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Durante el Foro Económico de San Petersburgo, el ministro de Desarrollo Económico, Maxim Reshetnikov, admitió que la economía rusa se encuentra en una situación crítica, con una clara señal de desaceleración. Esta advertencia llega después de más de tres años de conflicto en Ucrania, donde el sostenido gasto militar y las reservas gubernamentales ya están casi agotados.
Pese a los recientes incrementos en los precios del petróleo, el crecimiento económico permanece estancado, con un crecimiento del PIB de apenas 1.4 % en el primer trimestre, el más bajo en dos años. La alta inflación (alrededor del 10 %) y las elevadas tasas de interés —que alcanzaron el 21 %, y solo se redujeron al 20 % recientemente— están frenando las inversiones y afectando al sector manufacturero.
El banco central ha comenzado a reducir las tasas para estimular el crecimiento, pero las empresas reportan una clara falta de confianza debido a los costes financieros elevados y el bajo consumo. Aunque el gasto en defensa ha mantenido cierto dinamismo, su base parece insostenible a mediano plazo.
Por su parte, el presidente Putin aseguró que el país no caerá en recesión y confía en lograr un crecimiento estable sin comprometer el control de la inflación. No obstante, analistas internacionales advierten de un posible aterrizaje brusco si no se equilibran las prioridades fiscales y monetarias.
